domingo, 3 de agosto de 2014

Levantar la mirada II...


Lo que sé de la experiencia de correr en una maratón es que se trata más de una batalla de superación personal, que de una carrera contra otros. Se trata de correr, de seguir, de llegar a la meta -sin importar si se llega primero o último-, de seguir a pesar de los cansancios y de que parezca que no se puede más. Se trata de haberse preparado y de ponerse a prueba para siempre aprender, para nunca dejar de intentar, para ser conscientes de nuestra limitación pero sobre todo de nuestra posibilidad. Se trata de poder tomar decisiones, a veces de improvisar frente a lo que no habíamos tenido en cuenta, frente a lo que va aconteciendo fuera de los planes. De saber ir graduando las energías y el esfuerzo. Se trata de que el cuerpo despliegue su energía y toda la coordinación posible. Se trata, quizás con más intensidad, de que la mente no se distraiga con recuerdos de otras carreras ni con la ansiedad por saber que sucederá en los tramos que siguen. Se trata de un movimiento apasionado por ir hacia adelante, por no rendirse, por ponerle mucho corazón.

Uno no corre solo, aunque parezca.
El arsenal de recursos personales con el que se llega a la pista no sería suficiente sin el aliento de familia, amigos, aficionados, curiosos que desde el costado de la pista aplauden y apoyan los propios pasos.
Uno no corre solo. 
No transita solo el camino.
No atraviesa solo la prueba.

Levantar la mirada es mi propia maratón. Hasta el último día de mi vida será así. 
Sé que muchas veces diré "no puedo más y aquí me quedo", e iré delante a fuerza del coraje que seguirá regalándome mi "equipo de apoyo".
Sé que para algunos, yo misma puedo ser parte de ese equipo que acompaña para que no abandonen, para poder espejarles su valor, para recordarles que SÍ PUEDEN.
Sé que vale la pena seguir, aunque a veces tocan tramos más complicados, en pendiente, en terreno difícil; sé que valdrá la pena continuar aunque la tentación del sinsentido llegue en algunas etapas; sé que han valido la pena las caídas, las fatigas, la soledad experimentada algunas veces.
Sigo andando, gracias  a los que van esperanzando mis pasos, a los que me recuerdan de mil modos, que no vale la pena darse por vencido.
Respiro hondo.
Sigo..................................................................................................







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